El gobierno estadounidense acaba de autorizar a Nvidia a exportar sus chips a Armenia, un país cuya economía total es aproximadamente 160 veces menor que la capitalización de mercado de Nvidia, que asciende a 4,5 billones de dólares.
Esa aprobación sitúa a la empresa más poderosa/valiosa del mundo directamente asociada con una pequeña nación del Cáucaso que ahora ocupa un lugar central en un tablero político mucho más amplio.
Según la Casa Blanca de Trump, los chips de Nvidia irán a parar a Firebird, una startup armenia de IA que planea un proyecto de supercomputadora.
Esto forma parte de un plan estadounidense más amplio para utilizar la inteligencia artificial como herramienta de presión, aprobado por la administración Trump, que ha recurrido a las exportaciones de chips para expandir su influencia sin desplegar tropas. Armenia se convierte en uno de los últimos objetivos de lo que ahora es claramente una estrategiamatic basada en la tecnología.
Ayer mismo, Washington también dio luz verde a la venta de chips de IA a los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí. Y dentro de la Casa Blanca, existe presión sobre el Congreso para que rechace una propuesta que restringiría a Nvidia la exportación de aún más chips.
Trump no solo se dedicó a las patatas fritas. En agosto, firmó un acuerdo de paz con Armenia y Azerbaiyán, poniendo fin a años de combates por Nagorno-Karabaj.
El acuerdo otorgó a Estados Unidos derechos exclusivos para desarrollar un corredor de tránsito a través de Armenia, que conectaría Azerbaiyán con su enclave de Najicheván, cerca de la frontera con Turquía. Ahora se le conoce como la Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacionales.
Si se completa, el corredor proporcionaría a Estados Unidos una ruta directa hacia Asia Central, evitando por completo a Rusia. Esa región está repleta de minerales y energía, y esos recursos son precisamente a los que Estados Unidos desea tener un acceso más fácil.
El equipo de Trump acaba de organizar una cumbre en Washington, reuniendo a líderes de toda Asia Central para proponer una cooperación más profunda, sin Moscú presente.
Rusia dominaba esta región antes del colapso de la Unión Soviética en 1991, e incluso ahora conserva influencia económica y política. Pero su guerra en Ucrania lo ha cambiado todo. Muchos de estos países buscan nuevos socios. Y ahora la UE, China y EE. UU. compiten por llenar ese vacío.
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