El yen se ha desplomado hasta 154,79 por dólar, su nivel más bajo en más de nueve meses, y ahora los principales reguladores financieros de Japón se reúnen en Tokio preguntándose si es el momento de intervenir.
El desplome del yen (un 7% en tan solo tres meses) se produjo después de que Sanae Takaichi asumiera el cargo de primera ministra y dejara claro que su prioridad era impulsar el crecimiento, no endurecer la política monetaria.
Eso implica que no hay prisa por subir los tipos de interés, lo que deja a la moneda muy vulnerable a mayores pérdidas. Y cuando el Banco de Japón se muestra reticente, es el gobierno quien debe considerar intervenir.
Los funcionarios del Banco de Japón ya están dando señales, afirmando que están "monitoreando de cerca los mercados", lo cual suele ser el primer paso antes de una intervención directa. Pero no se trata solo de alcanzar una cifra determinada.
Japón también se ha adherido a las normas internacionales que establecen que el mercado debe fijar los tipos de cambio. Aun así, el G20 contempla la posibilidad de actuar cuando los mercados se vuelven inestables.
Según Bloomberg, Tokio está vigilando los movimientos desordenados para decidir cuándo actuar, pero ahora mismo la situación parece bastante caótica.
La depreciación del yen puede beneficiar a turistas y exportadores, pero está perjudicando gravemente a los hogares y pequeños negocios locales. Japón depende de la importación de energía y materias primas. Cuando la moneda se deprecia, los costos aumentan.
Eso es inflación a la vista de todos. Alimentos, combustible, electricidad; todo más caro. Y la gente no recibe aumentos salariales que lo compensen. Esta presión ya contribuyó a la dimisión de dos primeros ministros antes que Takaichi. Si las cosas siguen así, ella también estará en una situación muy delicada.
También hay tensiones desde el otro lado del Pacífico, ya quedent estadounidense Donald Trump ha criticado duramente a Japón, alegando que la debilidad de su moneda otorga a sus empresas una ventaja injusta en el comercio. Este mismo argumento volvió a surgir en las recientes conversaciones entre Tokio y Washington.
Si la tendencia continúa, Japón podría intervenir. Esa decisión la toma el Ministerio de Finanzas, y el Banco de Japón la ejecuta a través de bancos comerciales seleccionados.
¿El plan? Comprar yenes y vender dólares. La magnitud y la rapidez dependerán de la reacción que busquen. Para financiarlo, recurrirán a las reservas internacionales.
A finales de octubre, Japón contaba con aproximadamente 1,15 billones de dólares, principalmente en cash y bonos del Tesoro estadounidense. El año pasado, incluso vendieron algunos bonos del Tesoro para cubrir los costos de intervención cuando el yen alcanzó los 160.
La ministra de Finanzas, Satsuki Katayama, declaró el miércoles ante el Parlamento que han visto “movimientos cambiarios rápidos y unilaterales” y advirtió que “los aspectos negativos de la debilidad del yen se están haciendo más evidentes”.
Satsuki también recalcó que el gobierno japonés está vigilando la situación con suma urgencia y con un nivel de preocupación que no se había manifestado públicamente desde julio de 2024, cuando el gobierno japonés gastó casi 100 mil millones de dólares para intervenir en el desplome del yen. Cada vez que el yen alcanzó los 160, se tomaron medidas.
Pero no siempre admiten haber intervenido, y eso forma parte del juego. El ministerio suele confirmar el gasto total al final de cada mes.
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