El yen japonés se desplomó ayer a su nivel más bajo en 11 meses frente al dólar estadounidense, lo que provocó una advertencia directa del Ministro de Finanzas Satsuki Katayama de que Japón “tomaría medidas audaces” pronto.
No existe un precio fijo que pueda desencadenar la acción, y los funcionarios japoneses no se comprometen a establecer una tasa exacta.
La debilidad del yen comenzó justo después de que el Banco de Japón elevara las tasas de interés en diciembre a su nivel más alto en 30 años. Esta subida era esperada, pero lo que sorprendió a los operadores fue la cautela que mostró después el gobernador Kazuo Ueda.
Esperaban un lenguaje más duro sobre futuras subidas de tipos. Al no ocurrir esto, el yen sufrió una fuerte caída. Muchos creen ahora que el Banco de Japón no volverá a subir los tipos en un futuro próximo.
Esta no es la primera vez que el yen cae, pero el daño ahora es diferente. Durante años, un yen más barato benefició a los exportadores ytraca turistas. Convirtió a Japón en un destino económico e impulsó las ganancias de las grandes empresas.
Pero en 2025, la desventaja es demasiado grande como para ignorarla. El país importa la mayor parte de su energía y materias primas, por lo que un yen más débil implica mayores costos internos.
La inflación ha afectado los presupuestos familiares y las empresas nacionales atraviesan dificultades. Algunas no pueden trasladar el aumento de los costes a los clientes. Esa presión contribuyó a la caída de dos primeros ministros antes de que Sanae Takaichi asumiera el cargo. Ahora es ella quien tiene que gestionar las consecuencias.
También hay presión desde Washington. Eldent Donald Trump acusó a Japón en marzo de permitir la depreciación de su moneda para obtener ventajas comerciales. Aseguró que se estarían considerando aranceles si la situación continuaba. Las críticas de Trump se hicieron eco de anteriores disputas comerciales.
Aunque Japón figura en la lista de vigilancia del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, no se le ha tildado de manipulador cambiario. Aun así, la advertencia fue contundente.
Cuando Japón decide intervenir, el Ministerio de Finanzas toma la decisión, y el Banco de Japón gestiona la operación a través de unos pocos bancos importantes. Estos pueden comprar yenes y deshacerse de dólares para impulsar la moneda al alza, o hacer lo contrario para depreciarla.
En 2024, gastaron cerca de 100 mil millones de dólares para impulsar el yen. En cada ocasión, el tipo de cambio rondó los 160 yenes por dólar. Ese nivel podría seguir siendo el límite.
Para financiar estas operaciones, Japón utiliza sus reservas de divisas, que ascendían a 1,16 billones de dólares en noviembre. Estas reservas incluyen títulos del Tesoro estadounidense, algunos de los cuales se vendieron en 2024 para obtener más cash para la intervención.
Las amenazas verbales son lo primero. Los funcionarios tantean el terreno usando un lenguaje más áspero. El discurso de Katayama sobre "acciones audaces" está cerca del límite.
A Japón también le gusta mantener a los mercados en vilo, ya que no suele admitir sus intervenciones. En cambio, el Ministerio de Finanzas informa los totales de gasto a final de cada mes. La idea es inquietar a los operadores lo suficiente como para que se retiren.
Si Japón actúa, el efecto sería perjudicial, ya que acciones anteriores han impulsado el yen 2 yenes al alza en segundos y de 4 a 5 yenes en cuestión de horas. Estas fluctuaciones anulan las apuestas a corto plazo y afectan a las empresas que intentan fijar precios o cubrir su exposición cambiaria. El caos puede ser enorme.
Pero hay una trampa. La intervención no es una solución. Solo gana tiempo. A menos que se resuelvan los problemas económicos reales, el yen puede volver a caer. Y también existe un riesgo político. Cuando Japón actúa para debilitar el yen, recibe críticas por ayudar a los exportadores. Pero cuando apuntala el yen, el argumento a favor de la manipulación es más débil.
Aun así, Estados Unidos y Japón acordaron en septiembre que las intervenciones son aceptables cuando los mercados son demasiado volátiles. Ese acuerdo le dio a Katayama lo que ella llamó "mano libre" para actuar si fuera necesario. Cualquier medida se comunicaría con Washington por adelantado. Si terminatronel yen, es muy probable que la administración Trump la deje pasar.
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